Rodrigo Valdés: El misterioso dueño de la chequera fiscal

Portada EPMilitante PPD y alabado por el empresariado, el sucesor de Alberto Arenas llega a Hacienda rodeado de un aura todavía desconocida.

Que fuera doctorado en Economía del Massachusetts Institute of Technology (MIT) parecía una carta de recomendación técnica para el empresariado y gatilló todas las confianzas. “Muerto Arenas, viva Valdés”, parecía escucharse en las oficinas de todos los gremios desde el lunes 11 en adelante. Desde los diversos enclaves del comercio y la producción lo destacaron como una señal positiva, cuyo objetivo era “equilibrar las cifras de la macroeconomía y recuperar el diálogo con el sector privado”.

Por eso, tal vez, el PS Gonzalo Martner se apresuró en aclarar que por esa universidad estadounidense también había pasado Noam Chomsky, “que viene siendo la extrema izquierda intelectual a nivel mundial”.

A pesar de ello, luego de una reunión con la CUT, las expectativas empresariales siguieron en alza entre todos aquellos que creían que este economista de 48 años, egresado de Ingeniería Comercial de la Universidad de Chile, con un breve paso por la presidencia del directorio y del Comité Ejecutivo de BancoEstado, significaba un cambio de rumbo en el Gobierno.

En el encuentro con los sindicalistas, encabezados por Bárbara Figueroa, Valdés dio certezas claras al empresariado de que su ministerio tomaría las riendas de la reforma laboral y que se descartaba completamente la negociación ramal y poner como piso el aumento del IPC a las negociaciones colectivas porque ello involucraba riesgos para la economía que, según dijo, eran “complejos de sobrellevar” e imponía “una dinámica en una desaceleración que es difícil soslayar”.

“Valorando completamente el trabajo que se ha hecho hasta ahora, pensamos que debemos volver hacia el espíritu del equilibrio original del proyecto, del mensaje, y eso involucra, por ejemplo, mantener la negociación a nivel de empresas” le dijo a los dirigentes sindicales.

Sus declaraciones de ese día no solo le dejaron claros los límites a la CUT sino que sacaron aplausos entre los patrones, confirmando que el objetivo de Hacienda sería el crecimiento.

Sin embargo, al poco andar, pinchó el globo de las infladas expectativas porque Rodrigo Valdés también respaldó las reformas y la conveniencia, necesidad y urgencia de un cambio constitucional. “Como chileno creo que todos nos merecemos una nueva Constitución, creo que eso ya está en todo el espectro político bastante instalado y creo que en el proceso de este tema tenemos que seguir el liderazgo de la Presidenta”, dijo.

Él, como todos los nuevos ministros y también los “enrocados”, dejaron en claro que sus opiniones personales, como mar para Bolivia o que no les gustaba una asamblea constituyente, se supeditaban al programa de Gobierno y al diseño que la mandataria había establecido para cumplirlo. Por eso Valdés, respecto a las reformas, tanto la laboral como las socioeconómicas, dijo que no estaba aquí para parar las. Aseguró, además, que estaba comprometido con la agenda de la Presidenta. “Las vamos a llevar a cabo de la mejor manera posible”. Y agregó: “no vamos a moderar las reformas porque los empresarios lo pidan. Lo que estamos haciendo es porque vemos con claridad que necesitamos que la economía pueda aumentar su capacidad de crecimiento, porque eso permite más puestos de trabajos, más recaudación fiscal (…) es por el bien de todos que requerimos este esfuerzo de aumentar la capacidad de crecimiento de la economía”.

Atrás, en menos de una semana, quedaron entonces las buenas vibras que le entregaba al empresariado que un socialista y dogmático Alberto Arenas fuera reemplazado por un técnico y PPD, como Rodrigo Valdés Pulido que, además, entre 2013 y 2014 había ocupado el cargo de economista jefe para la Región Andina y Argentina del banco de inversión BTG Pactual.

Valdés, quien venía precedido de tener una buena relación con el sector privado, mostraba un CV que sin duda alentaba muchas expectativas empresariales: entre el 2009 y el 2012, se desempeñó en el Fondo Monetario Internacional (FMI), en Washington DC. Fue subdirector del Departamento Europeo, a cargo del trabajo del FMI en varios países, incluyendo España, Alemania y Holanda, y del departamento de las Américas, donde también fue Jefe de Misión para Estados Unidos. Anteriormente, en 2008 y 2009, fue economista jefe para América Latina del Banco Barclays Capital Inc. en Nueva York, con foco en Chile, Brasil y México. Entre 2002 y 2007 fue gerente de la División de Estudios y economista jefe del Banco Central de Chile. Asesor principal del consejo del Banco Central en temas de política económica y director del departamento de estudios. Responsable del Informe de Política Monetaria, análisis y proyecciones macroeconómicas, monitoreo de la economía internacional, y coordinación técnica con el ministerio de Hacienda.

Entre 2000 y 2001 se desempeñó como Coordinador de Política Económica del Ministerio de Hacienda. Fue el asesor principal del Ministro Nicolás Eyzaguirre en temas de política económica y responsable de la coordinación macroeconómica con el Banco Central.

Consultor del FMI, además, su primera declaración fue eminentemente técnica: “Tengo que conocer a los equipos y empezar a trabajar” dijo el que de esa forma se convirtió en el primer ministro de Hacienda desde el 90 (excluido el caso de Eduardo Aninat) que entró al partido cuando este ya se estaba jugando. Todos los demás lo hicieron con el tiempo y preparación adecuada. “Con pretemporada y largo precalentamiento”, señaló un ex ministro a este medio.

Y en este partido, con presiones y tironeos, Valdés tendrá la difícil misión de velar por la estabilidad macroeconómica, donde algunas cifras asustan, pero con un fuerte acento en la agenda de reformas, prioridad impuesta por Bachelet a este gabinete para el llamado segundo tiempo.

En esa combinación técnica y política es donde surgen las primeras dudas y en la que más misterio genera la figura del flamante ministro de Hacienda porque, así como su experiencia lo avala para el tratamiento de temas monetarios, financieros y macroeconómicos, la actual situación lo obliga a actuar políticamente, cuestión que no está respaldada en su CV. Es más, uno de sus primeros yerros fue en ese ámbito cuando luego de que le pidiera la renuncia al director del SII, Michel Jorrat, trascendió que le ofreció un puesto en Hacienda, cuestión que dio la impresión que su salida era injustificada. Por eso, en su afán de mantener la agenda del Gobierno, debe velar porque su relación con el empresariado no se enrede como le ocurrió a su antecesor. Fundamental resulta, además, abrirse a todos los sectores, desde la ANEF hasta la CUT, con el objeto de mantener el equilibrio y recuperar muchas confianzas perdidas. En ese marco, sin duda, haber recibido el mismo día a Bárbara Figueroa y a los dirigentes empresariales fue un acierto y una manifestación de que no quiere caminar por la cornisa. Menos con una economía que, al parecer, no mostrará mejorías en lo inmediato.

El ministro, mejor que nadie, sabe que hoy existe una fuerte restricción de ingresos, a raíz de un menor crecimiento y de que la reforma tributaria no está rindiendo como se esperaba. Ello, en sí mismo, dificulta las reformas: a menos plata, menos gasto. Y todas ellas requieren dinero.

El misterio será resuelto con el correr de los días. Según El Mostrador, “un veterano de la Concertación, que no comulga con la Nueva Mayoría, dice que no sería extraño que Valdés termine asumiendo un rol parecido al que Velasco tuvo durante el primer paso de Bachelet por La Moneda, junto con añadir que, a pesar de su relativa inexperiencia política, el nuevo ministro aprende rápido. Aunque admite que, desde el ala más de izquierda de la coalición de Gobierno, probablemente miran a Valdés con escepticismo”.

Todo indica que, aprendiendo de los errores de su antecesor y por su propio ADN, Rodrigo Valdés tratará de equilibrar las expectativas de muchos y, en el fondo, intentará hacer lo que se pueda dentro de cierta ortodoxia.

Hacienda, en la medida de lo posible.

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