Guillier y su ceremonia del Adiós

Hoy al candidato PS-PPD, PR y PC, prácticamente, le pasa lo mismo que a Lagos. O peor aún. Sus números bajan cada semana y, en la última, aparece superado por Beatriz Sánchez, postulante por el Frente Amplio que recibió el impulso de la franja electoral televisiva en las primarias.

Por Bernado Alarcón, periodista

La encuesta Cadem, a pesar de ser cuestionada y criticada tanto por sus métodos de recolección de datos como el pensamiento político de sus propietarios, tuvo la virtud de mostrarle a Ricardo Lagos que su candidatura presidencial no prendía en la opinión pública. Claro, el empujón se lo dio uno de sus partidos, el socialista, cuando decidió apoyar a Alejandro Guillier, pero este lo hizo también motivado por los estudios de opinión. La CEP de semanas después, ya sin Lagos, mostró que el ex Presidente no tenía una gran adhesión.

Tal vez porque Lagos puede ser un buen jefe de Estado, pero un pésimo candidato. En enero de 2000 apenas le alcanzó para derrotar a Joaquín Lavín, un alcalde, vinculado al Opus Dei y con toda la carga de ser un militante de la UDI y defensor del Si y Pinochet en los 80 y los 90. El ex mandatario lo sabe y por eso, entre otras cosas, no le gusta medirse en elecciones. Perdió el 89 y el 93. No quiso ir a primarias el 2009.

Hoy a Guillier, prácticamente, le pasa lo mismo que a Lagos. O peor aún. Sus números bajan cada semana y, en la última, aparece superado por Beatriz Sánchez, postulante por el Frente Amplio que recibió el impulso de la franja electoral televisiva en las primarias. Debe estar rondando en la cabeza del senador aquella frase que tanto usó como periodista político: candidato pillado…

Por eso se ve a Guillier dubitativo, cometiendo errores no forzados, haciendo un comando amateur para su campaña, rodeándose de los más políticos y militantes y diciendo que su candidatura es independiente, debilitado en el frente interno y aún sin las firmas necesarias para inscribirse en el Servel.

Algunos piensan que es una estrategia, hasta creen que tiene muchas más firmas que las que se necesitan, pero que quiere dar un golpe comunicacional. Entonces, ¿para qué se pelea con los notarios? Otros dicen que su fuerte es crecer para el centro, pero tiene a Karol Cariola de vocera. Raro, ¿no? Además, si lo hace, Sánchez le come los votos por izquierda, aquellos que sufragaron por Meo y lo llevaron, sin el apoyo del PC, a sumar más del 20 por ciento de los votos en 2009. Pareciera, además, que Piñera se está apoderando de los moderados, chilenos que quieren crecimiento y estabilidad económica, que no gozan de la gratuidad educacional y tampoco reciben bonos. Que temen perder su capitalización individual en la AFP. Que puede no gustarles el neoliberalismo, pero viven bien en él. No es gente de derecha, quizá antes votaban por la DC, pero hoy no le tienen fe a la candidatura de Goic. No los convence.

La próxima elección, así como se está definiendo será entre derecha e izquierda. Y Guillier no puede ser de izquierda. Su discurso está obligado a ser moderado, serio, sin gritos, a la usanza de una Nueva Mayoría que no encuentra su rumbo porque, tras el gobierno de Bachelet, dejó de creer en las soluciones de izquierda. Sabe que ellas no pueden implementarse en este marco político, con la Constitución del 80 y su perro guardián, el Tribunal Constitucional.

¿Es Guillier un hombre de pelea? No lo parece. Llegó prestado a la política, cuando ya había desarrollado sus pasiones (periodismo y la academia) por casi 40 años. Dio el salto, para ser senador y lo consiguió. En la cámara alta no se juntó con la Nueva Mayoría, al contrario, se lo vio mucho más cerca de la bancada independiente, más proclive a la derecha. Las platas políticas, la crisis de los partidos, la desconfianza en la militancia, lo ubicaron primero en las encuestas. Debía remar y avanzar, pero la corriente no estaba en esa dirección.

Por eso, si la baja ostensible de seis puntos que muestra la Cadem se parece a las encuestas secretas (y más confiables) que maneja el oficialismo, Guillier iniciará su propia ceremonia del Adiós. Y lo hará antes que lo maten los partidos. Volverá a su banca, vivirá tranquilo y seguirá disfrutando de lo que quería: ocho años como Senador de la República.

Apróntese, saque boleto, porque quizá Guillier no pasa julio.

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