Bad hombre

SamirLos Estados Unidos nos muestran por primera vez su verdadera cara. Bastaba con darle voz a los «olvidados», los llamados rednecks que representan todo lo contrario de lo que los EE.UU cosmopólitos desean reflejar frente al mundo del cual se autoproclamó rey.

Escribe Samir Mendoza, licenciado en Literatura (La Sorbonne)

The times they are a changinpregonó el ahora Nobel Dylan en aquella distante época de revolución sexual, de amor revolucionario guevarista, barbas y pinceles, mujeres trabajadoras e hijos del vietcong. Y qué tanto han cambiado, es verdad, pues ninguno de aquellos hippies soñadores que más tarde vieron la luz del consumismo y de la «buena vida» bajo el nombre de yuppies habría vislumbrado tener a un afroamericano de segundo nombre Hussein por presidente durante dos mandatos consecutivos o a una mujer por candidata al puesto más importante del mundo.

Sin embargo, Dylan dentro de su inocente entusiasmo y apretada agenda de lectura, entre Rimbaud, Sartre, Cocteau y todos los simbolistas franceses parece haber dejado de lado un librito que desde Latinoamérica escribimos con las venas abiertas y el corazón desangrado a diario y que los sicilianos, de alguna manera, tan cerca y tan lejos, no olvidarán nunca. Lampedusa acuñó el poema perfecto sobre el movimiento estático, sobre la mirada de la Medusa política, el famoso Gatopardo.

Sé exactamente lo que significa la victoria de Trump: en política exterior, el riesgo de una carrera por el armamento nuclear en Asia entre Japón, Corea del Sur y Corea del Norte; en ecología, la revocación del tratado de París, y la construcción del controversial Keystone XL y Dakota Access; en materia de derechos humanos, la violación repetida, pomposa y vilmente inhumana de las minorías que nunca fueron minorías como los mexicanos, cubanos, árabes, africanos y por supuesto las mujeres de ellos y de los demás. Dicho de otro modo, en mi pesadilla presiento el regreso a la Alemania nazi y realmente espero equivocarme.

La presidencia según Clinton habría sido probablemente la mejor opción para muchos países incluidos los Estados Unidos. Es probable también que el gobierno moderadamente –por no decir mediocremente– progresista de Hillary hubiera continuado con el legado de Barack Obama, ganador, también, del Nobel de la Paz. Sí, ese mismo que a través de la Agencia de Seguridad Nacional monitoreó el celular de la canciller Angela Merkel y de otro líderes y aliados, que ha perseguido hasta el cansancio a los whistleblowers como Chelsea Manning y Julian Assange, y que aparece en la primera plana de todos los periódicos después de mostrarse como muñeco de aparador contando chistes en Saturday Night Life o cualquier otro programa por el estilo. Aunque, como astutamente indicó Thomas Frank en su artículo Un milliardaire en col bleu contre une madonne de vertu, Clinton intentó disfrazar esta elección de juicio apocalíptico en el cual ella representa la moralidad, el progreso y la bondad el pueblo estadounidense parece haberla erigido como símbolo del gatopardismo, cosa que no sorprende después de las declaraciones de Assange, no sólo sobre la falta de confidencialidad de los correos, sino sobre la responsabilidad de Clinton en la desestabilización de Libia, igual que años atrás Roosevelt hizo con Latinoamérica.

Nuestra América. ¿Qué hemos hecho con ella? ¿Qué ha sido del Nuevo Mundo que se erigió como ejemplo de la democracia, el cambio y la renovación?¿Qué ha sido del país que se robó el nombre de todo un continente y que ahora, con más de 17% de población hispana, llamo con todo derecho, Nuestra América? Pues bien, nuestra América, aquella que venció con gala al comunismo, aquella que otrora, cuando en su delirio de poder y magnificencia, cual Rey Midas disfrazado de pulpo estiraba sus tentáculos imperiales para transformar en oro a Chile, a Argentina, a México, a Ecuador con sus dictadores de pacotilla, esa es la misma América que ha votado hoy por el fascismo despótico. ¿Si me alegro de ello? No. Pero me parece lo más honesto.

Los Estados Unidos nos muestran por primera vez su verdadera cara. Bastaba con darle voz a los «olvidados», los llamados rednecks que representan todo lo contrario de lo que los EE.UU cosmopólitos desean reflejar frente al mundo del cual se autoproclamó rey. Ahora resultó que ellos son mayoría y que son ellos los que realmente deciden qué pasa con el mundo. Para Latinoamérica la lección es la siguiente. El alumno ejemplar de la clase se saca los ojos. ¿Qué es una democracia de gente sin educación? El fruto del maniqueísmo hollywoodense, de los libros que sirven para girar páginas y llenar de vacío la cabeza, y de la música pomposa de no más de dos minutos y medio han llegado a la Casa Blanca. Tal vez me equivoco y esto no es mero gatopardismo, es un cambio de verdad. Se ha escuchado rugir al pueblo fraguado por la cultura de la inmediatez, la publicidad, el espectáculo y la filosofía de Facebook. The times they are a changing, indeed.

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