La farsa y tragedia de la COP21 (Primera parte)
En medio de la gran cantidad de información que ha sido publicada sobre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, comúnmente denominada COP21(1), resulta un tanto complejo –en una primera instancia- entregar opiniones concluyentes, sobre todo para quienes no somos expertos en el tema. La superabundancia de versiones sobre los reales resultados de la 21ª reunión anual de la Conferencia de las Partes (COP 21) de la Convención 1992 de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), efectuada en la localidad de Le Bourget, Paris, muchas de ellas contradictorias, hacen difícil formarse una opinión fundada sobre sus alcances. No obstante, desde luego resulta llamativo que prácticamente la totalidad de las partes interesadas en las negociaciones coincidiesen en la importancia y enorme trascendencia de ellas para el presente y futuro de la Humanidad.
Como advirtió el presidente Barack Obama en Paris, «..uno de los enemigos a los que nos enfrentamos en esta conferencia es el cinismo, la presunción de que no podemos hacer nada ante el cambio climático…” (2) y sus palabras resultaron premonitorias. Citando a un gobernador de Estados Unidos, el mismo Obama repitió: “somos la primera generación que siente el efecto del cambio climático, y la última generación que puede hacer algo al respecto” (3) y en ese sentido, la reunión de Paris –en opinión de diversos expertos- resultó un gran y desilusionante fiasco.
Como señaló James Hansen, profesor de la Universidad de Columbia y uno de los más reconocidos expertos estadounidenses en asuntos relacionados con el cambio climático, el acuerdo de la COP21 “…Es realmente un fraude, un fraude» (…) «Es simplemente una mierda afirmar que vamos a fijarnos como un objetivo (alcanzar un) calentamiento de (solo) 2º C y decir que luego trataremos de hacerlo un poco mejor en los próximos cinco años”. «Son sólo palabras sin valor. No hay (previstas) acciones concretas, sólo promesas. Mientras los combustibles fósiles sean los combustibles más baratos hasta ahora, se van a continuar quemando»(4).
Si bien todos concurrieron a la capital francesa conscientes de la trascendencia de lo que estaba en juego, los diagnósticos y las conclusiones son diametralmente opuestos, dependiendo de cuáles son los intereses que representa cada actor. Como señala Ricardo Bermeo (5) “…sin ninguna duda, es un consenso compartido por la comunidad científica y por innumerables actores sociales vinculados al estudio y a la lucha contra las graves implicaciones ecológicas -planetarias- del calentamiento global. Todos los indicadores son absolutamente alarmantes. Seguimos transgrediendo umbrales que son irreversibles, mientras continuamos irresponsablemente sin asumir -ni actuar en consecuencia- abocándonos en la transformación –profunda- de nuestros modos de organizar la sociedad actual”. “Después de la “derrota” de la infame –criminal- campaña de los negacionistas del cambio climático –agrega Bermeo- bien financiados por los sectores empresariales, gubernamentales, militares, etc., que se benefician con una economía basada en la producción basada principalmente en el petróleo, entre cuyas “externalidades” generadas se encuentran la emisión de crecientes cantidades de las partículas -y gases- que provocan el “efecto invernadero” causa directa del aumento de la temperatura global».
Desde luego, las evidencias del calentamiento global son irrefutables y altamente alarmantes, al punto que los “negacionistas” se vieron obligados a cambiar de estrategia en la reciente reunión de Paris. La oficina meteorológica de Japón anunció que el mes de septiembre pasado ha sido, lejos, el más caluroso de los meses de septiembre registrados hasta ahora, y los archivos muestran desde ya, que el pasado mes de octubre también es el más caluroso de los meses de octubre registrados a nivel planetario. En conjunto, el año 2015 ya parece ser el año más caluroso nunca antes registrado. La Oficina Metereológica Mundial (OMM) reveló que el 24 de marzo pasado se registró en la península antártica la temperatura de 17,5°C y, un día antes, 17,4°C, las más altas en la historia, superando los 15°C detectados en la estación Vanda de Nueva Zelanda, el 1º de mayo de 1974 (6). Pocos días después se produjeron fuertes temporales en el norte de Chile, provocando la muerte de 8 personas y enormes daños. Fueron las lluvias más intensas de las que se tenga registro y el agua caída en tal solo unas horas equivale a lo habitualmente llueve en la zona a lo largo de 14 años.
Todas señales más que suficientes como para poner un signo de alarma, al tiempo que los niveles atmosféricos de dióxido de carbono rebasaron un nuevo record a principios de 2015, alcanzando las 400 partes por millón, un incremento del 45% con respecto de los niveles preindustriales: “Los eventos meteorológicos extremos engendrados por la perturbación antrópica del clima (PAC) han abundado estos últimos meses.”(7). El huracán Patricia que arrasó la costa occidental de México, es el huracán más potente registrado hasta ahora, con vientos de hasta 320 km/h. Asimismo, “Yemen fue azotado por primera vez en su historia por un huracán, que a su paso trajo un volumen de lluvias equivalente al de un decenio en apenas dos días” y “menos de una semana después, el segundo huracán en la historia de Yemen se abatió sobre su litoral, acarreando vientos huracanados, lluvias torrenciales, inundaciones repentinas y muertos.”(8)
El fenómeno climático de El Niño, estimulado por la PAC, generó temporales que en octubre devastaron el sur de California y antes –como se ha señalado- el norte de Chile. “Estos temporales en el Desierto de Mojave y las montañas del sur del estado, provocaron enormes flujos de lodo sobre las principales autopistas, que sumergieron cientos de vehículos, con una altura de lodos de hasta 6 metros” (…) y el servicio meteorológico de EE.UU. describió estas lluvias, como «un evento que se produce cada 1000 años».(9)
Mientras tanto, como señala Dahr Jamail, recientes informes demuestran que las cadenas alimentarias marinas están al borde de la disgregación debido a los impactos de la PAC, a la sobreexplotación pesquera y a la contaminación. Agrega que la decoloración y las enfermedades están destruyendo uno de los arrecifes coralinos de los EE.UU., frente a las costas de Florida, el tercero en importancia de todo el planeta. Siguiendo con lo publicado por Dahr Jamail, un estudio crucial de investigadores australianos nos advierte que «la futura simplificación (10) de nuestros océanos tiene consecuencias muy profundas en nuestro modo de vida actual, particularmente para las poblaciones de los litorales y las que dependen del océano para su alimentación o para el comercio». El informe científico insiste que la PAC está destruyendo, literalmente, la vida oceánica del planeta.
Desde de Alaska, donde las comunidades nativas luchan por seguir obteniendo su alimento tradicional, debido a los severos impactos de la PAC, hasta las zonas frías del sur, donde la población del pingüino rey ha disminuido un 34% debido a temperaturas extremadamente altas de las aguas normalmente frías: como el clima ha cambiado, se ven obligados a nadar grandes distancias para obtener alimento y muchos de ellos acaban muriendo de hambre, lo mismo que están desapareciendo el arenque, los mirtilos y los crustáceos y numerosas especies de plantas y animales originales del sudeste de Alaska, como explica Dahr Jamail, en el trabajo citado. Etiopía, por su parte, sufre la peor sequía del decenio, el sector agrícola del país ha sido devastado por la catástrofe, poniendo en grave riesgo la subsistencia la mayoría de la población y la ONU ha anunciado recientemente que al menos 50 millones de personas podrían convertirse en refugiados en el transcurso de los próximos 5 años, ya que sus tierras se transformarán literalmente en desiertos.
Por lo expresado, como bien afirma Noemi Klein, citando a Rebecca Solnit, “el cambio climático es violencia”. Y lo es –señala Klein- aunque “parte de esa violencia resulta tremendamente lenta: mares que se elevan y borran gradualmente países enteros, y sequías que matan a muchos millares. Parte de esa violencia resulta aterradoramente rápida: tormentas con nombres como Katrina y Haivan que hurtan miles de vidas en un solo acontecimiento turbulento. Cuando gobiernos y grandes empresas no son capaces de actuar para prevenir un calentamiento catastrófico, eso constituye un acto de violencia. Es una violencia tan grande, tan global y que se inflige contra tantas temporalidades simultáneamente (antiguas culturas, vidas presentes, potencial futuro) que no hay todavía una palabra capaz de contener su monstruosidad. Y recurrir a actos de violencia para silenciar las voces de quienes son los más vulnerables a la violencia del cambio climático supone todavía más violencia…”(11)