Chile y su política vecinal

Jaime Ensignia 1Los conflictos con Perú y Bolivia obstaculizan la reinserción de Chile en la región, como lo quiere el gobierno, con una fuerte impronta integracionista.

Por Jaime Ensignia, sociólogo y doctor en Ciencias Económicas y Sociales

La política exterior del actual gobierno de Michelle Bachelet ha puesto el acento de manera importante en la “vuelta al barrio”. Esto implica que se debe realizar un esfuerzo adicional de relacionamiento profundo con América Latina y el Caribe, pero particularmente con América del Sur, entorno natural de nuestro país.

Paralelamente, se busca limar todo tipo de asperezas con el entorno vecinal: a) avanzar hacia una política de integración sustantiva con Argentina, b) generar una agenda de futuro con el Perú -luego del fallo de La Haya- y, c) en forma muy especial, con Bolivia atemperar de manera decidida las crispaciones que hemos observado en los últimos meses.

En el entorno vecinal, hay que subrayar las excelentes relaciones que Chile tiene con Argentina, el vecino con quien compartimos la segunda frontera más larga del mundo, además de fuertes vínculos históricos en múltiples ámbitos, que van desde lo político y lo económico, hasta lo académico y cultural. Las autoridades de Chile y Argentina están absolutamente de acuerdo que esta relación bilateral tiene un campo inmenso de profundización aún en curso. En otro ámbito es, especialmente destacable la postura del gobierno de Chile en cuanto al apoyo de la reivindicación de Argentina en el tema de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur, y sus espacios circundantes.

En cuanto al Perú, tras el fallo de La Haya de 2014 que produjo un deterioro en las relaciones, no se pudo avanzar en forma conjunta a la solución definitiva de los problemas limítrofes. Las denuncias por parte de Lima de casos de espionaje y la controversia sobre el inicio de la frontera terrestre entre ambos países (para Chile, el “Hito 1” y para Perú, el “Punto Concordia”) dificultaron innecesariamente las relaciones bilaterales. De este modo, se ha visto imposibilitado el despegue de una agenda de trabajo conjunto, amplia y de futuro. Sin embargo, en el último tiempo constatamos una política de distensión y de actividades conjuntas de ambas naciones.

Respecto a Bolivia, la situación es mucho más compleja. El conflicto histórico por una salida al mar, reivindicación boliviana, nos ha llevado a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya. El Tratado de Paz y de Amistad, firmado entre Chile y Bolivia en 1904, dejó el país vecino enclaustrado. Bolivia quiere un fallo que pueda obligar a Chile a negociar de buena fe una solución a su petición de salida al mar.

El 15 de abril de 2014, el presidente Evo Morales se hizo presente en La Haya para entregar la memoria boliviana con los fundamentos históricos, diplomáticos y jurídicos de su país que, tal como fue presentado, no desconoce el Tratado de Paz y Amistad de 1904.

Fiel a su política de Estado, Chile ha reivindicado en los recientes alegatos el Tratado de 1904, el cual traza los límites territoriales de ambos países. Sobre este Tratado, desde la perspectiva de Chile, la CIJ no tendría jurisdicción alguna.

Es indiscutible que las relaciones se han crispado en los últimos tiempos, no parece haber plena conciencia en cuanto a que esta situación no beneficia a ninguna de las partes. En este contexto, tanto la expertise política, como el sentido común, indican que el imperativo entre Chile y Bolivia es abogar por diálogo y más diálogo de toda índole.

La reciente oferta del canciller Heraldo Muñoz de reestablecer relaciones diplomáticas en el más corto tiempo posible, es vista con simpatía, sea por analistas y expertos internacionales como por el mundo diplomático de la región.

La falta de solución a los problemas limítrofes pendientes en nuestro entorno vecinal, pone en dificultades un eje central de la política exterior del gobierno de la presidenta Bachelet, a decir, la reinserción de Chile en la región con una fuerte impronta integracionista.

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