Como dijo un amigo, “un abrazo Estela”

SilvaEscribir en un diario o una revista es un privilegio pero también es un servicio a quien nos lee. La labor del cronista, columnista o bloguero es mientras se teclea, echar una mirada hacia afuera. Lo cierto es que a veces esa mirada es desoladora.

Por Matías Silva A., abogado

Es así como no he encontrado palabras para lo que ocurre en Palestina. La abrumadora explosión de falsas excusas disfrazadas de explicaciones, las idas y vueltas de una historia que se deforma así misma nos hacen temblar. Se trata de la desaparición de un pueblo por otro. Y esta vez somos todos testigos. Los Estados observan con horror, o se abstienen de imponer un alto al fuego. A mí me atropella una sola pregunta ¿cómo explicarles a mis tres hijos, de 7, 6 y 3 años qué es, qué fue o qué era ese lugar llamado Palestina?

Pero el escribir da revanchas. Esos hechos que llamamos noticias a veces dan cuenta de grandes hazañas humanas. Esta noticia recorrió el mundo como un gran triunfo de la paz sobre la violencia, aunque el noticiero central del canal de todos le dedicó solo 2 minutos. Apareció Guido, el nieto de Estela de Carloto.

En el tema Memoria y Derechos Humanos, Argentina nos lleva una gran ventaja. Testimonios judiciales, películas, obras de teatro, libros, discusiones públicas dan cuenta de un proceso de revisión rico, con escasos precedentes en el mundo. La libertad de poder expresar y revolver la memoria permite un relato que brota como un torrente.

Cuestionaron o pidieron explicaciones, criticaron, autocriticaron, reclamaron cada cual desde su lugar y su historia. Varias generaciones dialogaron y polemizaron. Los países requieren de debates, tensiones y homenajes, todo mezclado. La acción d las Abuelas y de Estela de Carloto, se da en este contexto histórico.

El mismo día en Chile la Corte Suprema descarta un recurso de casación por estimar que no es posible acusar a los uniformados procesados por los homicidios de Raúl Pellegrin y Cecilia Magni, aunque corrige las causas de los decesos señalando que fueron producto de los tormentos. Otro ejemplo de justicia en la medida de lo posible.

La lucha de Estela y de Abuelas en Argentina es posible porque la Memoria y los Derechos Humanos son una política pública. Los años recientes han sido reparadores para los familiares de los detenidos desaparecidos, para las víctimas sobrevivientes, para los hijos y los nietos. Argentina ha sido un Estado que en la última década ha desarrollado políticas educativas de la memoria. La interrogación acerca de cómo indagar en el pasado desde el presente: qué recordar, cómo recordar y para qué recordar.

En la situación actual chilena, de una futura reforma educacional, me parece urgente pensar en una pedagogía de la memoria que permita revisar los procesos de construcción de la memoria. Proponer una pedagogía de la memoria implica reflexionar sobre algunas cuestiones vinculadas a problemas políticos que se desprenden de la propia tarea de la transmisión y que tienen que ver fundamentalmente con las preguntas por los contenidos y las formas: qué enseñar de ese pasado y cómo hacerlo.

Una pedagogía de la memoria puede servir como marco de referencia para la efectiva inclusión de estos contenidos en la escuela, ya sea de manera transversal, a través de las efemérides o como ejes específicos de diferentes espacios curriculares.

Pensar en una pedagogía de la memoria nos enfrenta con la pregunta por la representación del pasado. Vale decir, por las formas en las que el pasado se puede hacer presente. En otras palabras qué y cómo se recuerda. La pregunta que retorna es qué representaciones estamos dispuestos a mirar, leer y poner a disposición si se trata de acercarnos al horror y hacerlo inteligible. Las representaciones del pasado son las que pueden hacerlo comprensible en tiempo presente.

Los Derechos Humanos, son reconocidos por igual para todos sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico y color.

De allí surge la necesidad de que los Derechos Humanos se incorporen como objeto de conocimiento en las escuelas. Esta integración debe ser como fundamento para una vida en democracia y del respeto en la vida cotidiana. La enseñanza en Derechos Humanos se sostiene, como hemos dicho, en el reconocimiento de que esos Derechos no están dados de una vez y para siempre sino que son producto de procesos colectivos.

El reconocimiento de esta dimensión puede sostener la transmisión de la idea de responsabilidad y participación. Es decir: si los Derechos Humanos existentes surgieron de procesos colectivos, su expansión –la existencia de nuevos derechos- y cumplimiento dependerá de la responsabilidad de cada uno de nosotros en el presente. En este sentido, la enseñanza en Derechos Humanos, es un aporte fundamental para la construcción de una nación justa, habitada por ciudadanos activos cuya responsabilidad hacia los otros surge, entre otras cosas, al reconocerse como parte de un pasado común que no exige rendirle culto sino reinventarlo en el presente. Pero mientras tanto, como dijo un amigo un amigo “Un abrazo Estela”.

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