La abdicación de Juan Carlos I: “el oportunista”

EL REY DE ESPAÑA, DON JUAN CARLOS, SE ENTREVISTA CON EL PRESIDENTE DE CHILE, SEBASTIÁN PIÑERAA la luz de la “historia oculta” del abdicado rey Juan Carlos I, que recién se empieza a desvelar, es difícil no percibir en él a un oportunista sin convicciones ni lealtades, excepto con sus ambiciones de poder y riqueza, a las cuales ha sido siempre fiel.

Por Francisco Michel

La abdicación de Juan Carlos I de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, si bien era deseada y ansiosamente esperada desde hace ya un buen tiempo por una parte importante de sus súbditos, no ha dejado de causar sorpresa y ha dejado en evidencia la grave crisis que aqueja a la institución monárquica en España.

Para entender la desafección que sienten hacia el monarca millones de españoles, sin considerar a quienes derechamente demandan por estos días un referéndum para que el pueblo decida entre monarquía o república, quizás lo más relevante del reinado de Juan Carlos I, no es lo que los medios de comunicación habitualmente han destacado sobre éste, sino, por el contrario, todo aquello que se ha mantenido oculto, con la complicidad de un periodismo dócil y genuflexo.

En este sentido, no es extraño que la trágica muerte de su hermano menor, Alfonso, a quien el futuro rey de España a la edad de dieciocho años le dio muerte de un tiro, al disparársele casualmente el revólver con el que jugaba, sea un hecho que rara vez se menciona. Y no se trató de un asunto menor, porque a partir de ese luctuoso suceso, según diversos cronistas, se inició el fuerte distanciamiento que se acentuaría a lo largo de los años entre el futuro monarca y su padre. Como comenta Abel Hernández (1), Juan de Borbón envejeció un siglo en tan solo veinticuatro horas con motivo del fallecimiento de su hijo Alfonso y el trágico episodio cerró definitivamente lo que fue la infancia del ahora abdicado rey.

No obstante, el quiebre entre el heredero de Franco y su padre se haría mayor aún cuando en marzo de 1966 se convocó a una reunión para conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Alfonso XIII, el abuelo paterno de Juan Carlos, acto al que había sido invitado éste. La ceremonia, sin embargo, tenía como finalidad reafirmar los derechos dinásticos de su padre, Juan de Borbón, pero Juan Carlos se negó a asistir, aduciendo una repentina indisposición, lo que se consideró como una clara manifestación de sus ambiciones a la corona, no obstante que meses antes había afirmado públicamente que “jamás” aceptaría se le designase rey de España mientras viviera su padre.

Para entonces, Juan Carlos ya se perfilaba como el sucesor y heredero del dictador, Francisco Franco, luego que su padre accediese a una petición del Caudillo, para que permitiese que su hijo, que contaba entonces con tan solo diez años y vivía bajo la tutela paterna en Estoril, Portugal, junto a su familia, se trasladase a España para continuar su formación bajo la tuición del propio Franco. No cabe duda alguna que Juan Carlos supo ganarse la confianza del dictador español, lo que no es poco decir tratándose de un gallego, de manera que cuando hubo de decidir quién debería reemplazarlo temporal o definitivamente, Franco escogió al entonces príncipe, el que no tardaría en ver llegar la oportunidad de debutar como Jefe de Estado, sustituyendo temporalmente al Caudillo. La primera vez fue en julio de 1974, cuando Franco se enfermó por una flebitis y tuvo que ser ingresado a un hospital por unos días. En la ocasión, Juan Carlos reemplazó al dictador para un 18 de julio, oportunidad en que Franco acostumbraba ofrecer una recepción en conmemoración de una fecha emblemática para los “nacionalistas”, pues se recordaba nada menos que el “Alzamiento Nacional”, que era el nombre con el que los sublevados contra el gobierno constitucional de la Segunda República española denominaron el golpe de Estado encabezado por Franco, cuyo fracaso parcial condujo a la Guerra Civil española y, posteriormente, al establecimiento del régimen franquista que gobernaría con mano de hierro desde 1939 hasta 1975.

Tras el verano de 1975, el príncipe Juan Carlos tuvo otra oportunidad de demostrar su lealtad hacia Franco y los principios que inspiraban la dictadura. Con motivo de la realización de varios consejos de guerra, fueron condenados a penas de muerte once presos políticos, cinco de los cuales fueron ejecutados. Se trataba de tres miembros del Frente Revolucionario Antifascista Patriótico (FRAP) y dos de ETA. El rechazo internacional fue considerable, hubo numerosas condenas internacionales y varios países retiraron a sus embajadores. El 1 de octubre se realizó en la Plaza de Oriente de Madrid, tras los fusilamientos, un acto de apoyo a Franco y al régimen y el príncipe apareció al lado de Franco en el balcón del Palacio Real, mientras la multitud franquista gritaba “no queremos apertura, sino mano dura”.

Luego, Juan Carlos logró ganar para su causa personal la valiosa ayuda de los familiares más cercanos a Franco, por lo que durante los últimos días de vida del dictador, su hija Carmen, junto con su esposo, el médico Cristóbal Martínez-Bordiú, y el propio Juan Carlos, presionarían al Caudillo en su lecho de muerte para que renunciase a fin de que el príncipe asumiese en plenitud la jefatura del Estado como rey de España. Para entonces, Juan Carlos se había convertido, además, en un confidente de confianza del embajador de Estados Unidos en Madrid, Wells Stabler, según quedó al descubierto tras las revelaciones de Wikileaks.

Por su parte, Washington no sin pocas dudas optó por apoyar en sus pretensiones a Juan Carlos, ante el temor que tras la desaparición de Franco pudiese iniciarse una lucha por el poder, en el evento que Juan Carlos no fuese proclamado rey, lo que dejaría las puertas abiertas para que “los comunistas y los extremistas de todos los colores jugaran un papel determinante (en la transición)”(2). En verdad, EE.UU. no tenía interés alguno en que el futuro rey asumiese el papel que el franquismo esperaba de él y para el cual lo preparó y nombró Franco, esto es, que fuese el continuador del régimen nacionalista, cuyos principios había jurado solemnemente defender, por lo que EE.UU. no tardaría en “empujar a Juan Carlos a que dé un giro gradual, pero de manera decidida y no demasiado lenta, hacia la democratización”(3)

Sobre el papel desempeñado por el Rey durante el fallido golpe de Estado del teniente coronel Antonio Tejero, el 23 de febrero de 1981 (23-F), existen antecedentes que lo comprometen con la asonada golpista, si bien no en forma directa. En 2012, la revista alemana Der Spiegel reveló documentos desclasificados que muestran al Rey en una posición muy lejana a la imagen que se ha querido proyectar de él, como una figura clave en la transición española. Basada en extractos de comunicaciones desclasificadas del Ministerio alemán de Exteriores, la revista difundió un documento de Lothar Lahn, embajador de Berlín en Madrid a la fecha de la intentona golpista de Tejero, donde el diplomático informa de una conversación que mantuvo con Juan Carlos el 26 de marzo de 1981. En la misma, Juan Carlos «no mostró ni desprecio ni indignación frente a los actores (del golpe); es más, mostró comprensión, cuando no simpatía». Según ese mismo texto, el monarca le habría dicho al embajador alemán que los «cabecillas (del golpe) solo pretendían lo que todos deseábamos: la reinstauración de la disciplina, el orden, la seguridad y la tranquilidad»(4). Siempre, según el embajador, Juan Carlos le habría manifestado que la responsabilidad última del golpe, no fue de sus cabecillas, sino del entonces presidente Adolfo Suárez, a quien reprochó su desprecio por los militares. Por ello habría aconsejado influir en los tribunales para evitar un castigo severo a los artífices del 23-F.

En suma, a la luz de la “historia oculta” del abdicado rey Juan Carlos I, que recién se empieza a desvelar, es difícil no percibir en él a un oportunista sin convicciones ni lealtades, excepto con sus ambiciones de poder y riqueza, a las cuales ha sido siempre fiel, así como a su afición desmedida por las mujeres. Debe reconocérsele, sin embargo, su habilidad para sobrevivir en adversas condiciones y su capacidad para ganarse la confianza, incluso, de los más recelosos y desconfiados, pero su falta de escrúpulos y de principios éticos lo ha llevado a correr riesgos e incurrir en gruesos errores, que han deslegitimizado seriamente la monarquía española.

Citas:

(1) Abel Hernández, “Despídete de tu madre y serás rey de España”. Ed. Espasa. (2012)

(2) El 4 de noviembre de 1975 Stabler envió a Kissinger un informe general del panorama que se abriría en el país con la transición en el que subrayaba que «la desaparición de Franco allana el camino para una era más esperanzadora, pero la desaparición de Juan Carlos abriría las puertas a una lucha de poder donde los comunistas y los extremistas de todos los colores jugarían un papel determinante». Diario “Público” Daniel del Pino, Madrid 08/04/2013 (“Juan Carlos se hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en su gran apuesta para controlar España”)

http://www.publico.es/internacional/452776/juan-carlos-se-hizo-confidente-de-la-casa-blanca-y-se-convirtio-en-su-gran-apuesta-para-controlar-espana

(3) «El interés de EEUU reside en empujar a Juan Carlos a que dé un giro gradual, pero de manera decidida y no demasiado lenta, hacia la democratización». Por ello, está claro que (…) que debemos darle el apoyo que él claramente está pidiendo a EEUU», continuaba Stabler. Kissinger respondió que EEUU «jugará un papel estabilizador y de apoyo en este proceso y se mostrará contrario a cualquier tipo de presión para que los cambios se produzcan de una manera más rápida».

(4) Diario “Público”, Madrid. ( EFE) del 05/02/2012

http://www.publico.es/espana/420463/el-rey-mostro-comprension-y-simpatia-hacia-los-golpistas

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