Vientos de paz

Francisco Martorell

“No puede ocurrir, como se vio después de las declaraciones de García, que el espacio mediático lo copen algunos “expertos”, que hablan de “vientos de guerra” y dicen que Chile dobla al Perú en poderío militar. Eso no ayuda”

Un suboficial de la Fuerza Aérea del Perú, que estuvo en Santiago hace unos años, fue detenido en Lima por realizar labores de espionaje presuntamente para Chile.

La noticia, que encontró a los mandatarios de ambos países en el extranjero, participando de una reunión de la APEC en Singapur, fue el inicio de una escalada de declaraciones que tuvieron su punto más alto en las palabras que Alan García dijo al término del Consejo de Seguridad Nacional de Perú en las que “justificó” el todavía no confirmado accionar chileno en el “temor” que existiría en nuestro país por el crecimiento y el desarrollo que se está gestando en las orillas del Rímac.

Si bien no se puede descartar a priori que Chile no esté detrás del espionaje denunciado por Lima, aunque el gobierno de Michelle Bachelet lo niegue categóricamente, la forma en que reaccionó el presidente García, ante un hecho prácticamente usual en la relación de dos países vecinos que tienen cuentas pendientes desde hace 150 años, resulta a lo menos reprochable.

Ello porque la relación entre Chile y Perú está transitando un camino difícil. Mientras en el Tribunal Internacional de La Haya, en Holanda, se sustancia la demanda de Lima por aclarar los límites marítimos en el norte, en ambas cancillerías se dibujan estrategias para enfrentar la situación.

La de Lima parece ser más confrontacional, con el objeto de hacer ver a nuestro país como belicoso, en una carrera armamentista desenfrenada y, además, utilizando técnicas de la guerra fría (el espionaje) para saber qué está haciendo su vecino. Y Chile, desgraciadamente, le ha dado argumentos. Compró misiles, aviones y fragatas, ninguneó desde algunos sectores las reclamaciones de Perú y ahora, sin tener la certeza de que sea cierto, aparece envuelto en una cuestionada y fallida operación de espionaje.

Para los que descartan que esta sea “hecha en Chile”, por lo ordinaria, olvidan el ingreso ilegal al consulado argentino en Punta Arenas, cuando uniformados de Inteligencia militar del Ejército, luego dados de baja y condenados, dejaron la cédula de identidad de uno de ellos en la legación argentina que estaba literalmente siendo “allanada” en busca de información.

El Gobierno entonces, para no caer en la estrategia peruana -“inteligente”, según definió el experto en temas peruanos y ex embajador, José Rodríguez Elizondo-, debe ampliar su mirada, reencontrarse con la comunidad internacional y especialmente con sus países vecinos, revisar aquellas políticas que pueden verse como “armamentista”, no dejarse provocar y bajar el tono al debate.

No puede ocurrir, como se vio después de las declaraciones de García, que el espacio mediático lo copen algunos “expertos”, que hablan de “vientos de guerra” y dicen que Chile dobla al Perú en poderío militar. Eso no ayuda.

Es tiempo de palomas, no de halcones, porque ambos países, nunca más, pueden repetir los hechos que ocurrieron en el siglo XIX, cuando otros intereses nos llevaron a cometer acciones deleznables de las que hasta hoy nos sentimos responsables y de las cuales no podemos estar orgullosos.

Las peleas, sean éstas directas o de palabras, requieren a dos.

Chile tiene que mostrar que no está dispuesto a un enfrentamiento, que prioriza la paz y el entendimiento, se siente cómodo negociando en los foros internacionales y, como dijo el comandante en Jefe de la Armada, Edmundo González, “aceptó ir a La Haya y acatará su fallo”.

Todo lo demás, está de más.

Máxime cuando lo importante y trascendente es el mantenimiento de la paz, la amistad y la buena vecindad.

Aquellos que ponen piedras en esta senda, impulsados por oscuros intereses, deben ser aislados. Si los dejamos hablar y reaccionar, o simplemente permitir que comiencen con sus “escenarios” bélicos, seremos tan responsables como ellos si es que ocurre un enfrentamiento.

Esto también va para el presidente García quien, proviniendo del APRA, debiera sonar altisonante únicamente para defender el pensamiento bolivariano, abogar y luchar por la unidad Integral de América Latina, mediante una progresiva integración económica-política, la formación de un mercado común y la consolidación de regímenes democráticos en los países del área.

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