Argentina en sus propios idus de marzo

Las multitudinarias manifestaciones agitaron el verano porteño que en general impone una pausa a las protestas sociales. Esta vez, pese a que durante diciembre, enero y febrero se registraron las más elevadas temperaturas en varias décadas –el cambio climático que empeñosamente niega Donald Trump– el conflicto social no se tomó vacaciones.

Por Carlos Abel Suárez (desde Buenos Aires)

Se puede decir que la protesta contra la situación económica, fue el denominador común de los 250 a 350 mil manifestantes, según las fuentes, que asistieron a la marcha y al acto convocados por la CGT trabajosamente unificada, luego una década de particiones. Sin embargo, bajo la bronca compartida, que se resumió en la demanda de un paro nacional, coreado por las columnas de los principales sindicatos industriales, trabajadores, estatales, maestros, médicos, movimientos sociales y agrupaciones políticas, estaban en juego numerosas disputas. No es una novedad en la tradición política argentina que, en este tipo de actos, más allá de la consigna unificadora, se va para dirimir espacios de poder o para sostener la cuota de poder con que se cuenta. Muchas veces en la historia argentina la sangre llegó al río, aquí apenas fue una farsa. Hubo otras, para citar sólo un ejemplo, donde se logró voltear una política económica y un gobierno, como en el Rodrigazo (el entonces Ministro de Economía Celestino Rodrigo, dispuso un ajuste en 1975 que duplicó los precios y provocó una crisis en el gobierno de Isabel Perón). Las direcciones burocráticas sindicales que habían usado las armas contra sus propias bases tuvieron que convocar a los sindicatos y comisiones internas del clasismo para echar a la banda de López Rega y sus secuaces. Golpearon juntos, pero iban separados marcando muy bien la cancha.

Las políticas de ajuste con las que el gobierno de Mauricio Macri pretendió salir de cuatro años de estancamiento de la economía argentina profundizaron la recesión y el desempleo. Pese a que se maquillaron algunas de las medidas y se proclamó el gradualismo como fórmula, la devaluación y el inusitado y caótico aumento de las tarifas, con anuncios, retrocesos, espasmos y pedidos de disculpas, alimentaron la inflación que viene golpeando a la mayoría de los asalariados, jubilados y pensionados en los últimos años.

Profesoras y profesores también realizaron el lunes 6 de marzo una imponente manifestación en Buenos Aires, que se replicó en varias ciudades para expresar el rechazo a la oferta salarial del gobierno en la apertura de la discusión paritaria. El conflicto docente se generalizó en todo el país, lo mismo ocurre con los médicos, y los trabajadores estatales.

“Argentina por décadas da vueltas como en círculos o espirales donde se puede estar un poquito arriba o abajo, pero siempre cerquita del cero, es decir volviendo al mismo sitio. Se trata de la desolada performance de la clase dominante argentina”

Si bien sabemos que la política sigue a la economía, aunque no siempre de modo automático, hay números que explican por qué se va agotando la paciencia social. Las elecciones de 2015 cerraron un ciclo, todos lo sabían, tanto los que votaron a Mauricio Macri, a Daniel Scioli o en blanco. Con los tiempos del boom de las materias primas declinando la década ganada fue mutando en década desperdiciada.

La primera quincena de marzo se difundió el informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA), que dirige el sociólogo Omar Salvi. El Observatorio fue un farol que iluminó la noche cuando el INDEC (INE de Argentina) suprimió la investigación de la pobreza, porque según el ministro de turno, era estigmatizador eso de andar contando pobres. Según el relato oficial había en Argentina menos pobres que en Alemania, pues para qué registrarlos.

Salvi adelantó el 27 de octubre pasado en el encuentro realizado por la Red del Ingreso Ciudadano (Redaic) en el anfiteatro de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que durante 2016 ya el efecto inflacionario venía provocando un aumento de la pobreza por ingresos. El informe del Observatorio Social destaca que se registraron 1,5 millón de nuevos pobres en los primeros nueve meses de 2016. O sea que la tasa de pobreza, de acuerdo a la serie del Observatorio Social, pasó del 29% al finalizar de 2015 a 32,9% en septiembre de 2016, lo que significa que unos 13 millones son pobres por ingresos. El INDEC dará su propia encuesta a fin de mes, pero ya se anticipó que los números oficiales son parecidos a los señalados por el equipo de Salvi.

El informe recuerda asimismo que “la medición de la pobreza a través del ingreso monetario constituye una medida limitada para examinar más integralmente las condiciones de vida de la población, así como el acceso a recursos básicos para el desarrollo humano o el ejercicio de derechos sociales fundamentales. Aun así, su estimación resulta una tarea necesaria para evaluar los cambios ocurridos en el bienestar económico, definido éste como la capacidad teórica de acceso -a través del ingreso monetario corriente en un mes o período de referencia- a un conjunto de bienes y servicios básicos para la subsistencia del hogar”.

Ciertamente el gobierno de derecha de Macri aportó 1,5 millones más de pobres, pero el kirchnerismo, con mayoría absoluta en el Congreso y en casi todas las provincias, dejó casi 12 millones de pobres. Unos 3 millones de personas viven en villas llamadas de emergencia, miseria o asentamientos, una expansión que a lo largo de los años parece incontenible, de acuerdo a un estudio sobre las condiciones de la vivienda. Sólo el 49 por ciento de la población del país tiene conexión a una red cloacal. Cuatro importantes provincias no conocen el gas natural. Decenas de números como los citados arrojan un penoso inventario. Argentina por décadas da vueltas como en círculos o espirales donde se puede estar un poquito arriba o abajo, pero siempre cerquita del cero, es decir volviendo al mismo sitio. Se trata de la desolada performance de la clase dominante argentina.

Macri no mejorará este panorama, como se ha visto a lo largo de un año. Inflación y ajuste más o menos ortodoxo marcan el camino. La inflación ya se comió la devaluación inicial, como le pasó a Axel Kicillof, el ministro más devaluador del kirchnerismo. Ahora los grupos económicos vinculados a la exportación piden un dólar a 25 pesos (actualmente la paridad con el dólar está a 15,60 pesos), lo que significaría otra brutal devaluación con su impacto en los precios y en el salario. Los brotes verdes de una reactivación hay que encontrarlos con lupa. Seguramente la economía arrancará, pero el aliento es corto si nos atenemos al contexto mundial y regional. Brasil es un ejemplo de lo mal que se puede llegar a estar.

PARA MEMORIZAR

-32,9 por ciento de la población vive en la pobreza.

-Grupos económicos quieren dólar a 25 pesos (hoy, 15,6).

-Sólo el 49 por ciento de los argentinos tiene conexión a red cloacal.

-Cuatro importantes provincias no conocen el gas natural.

 

En este cuadro el conflicto por el salario y las condiciones de vida serán una constante durante los próximos meses.

Sin embargo, en cada manifestación y conflicto, se están jugando múltiples espacios políticos, particularmente en un año electoral. Los grandes y tradicionales partidos han colapsado. El otrora poderoso aparato del peronismo muestra múltiples fracturas, que tratan de encontrar un grupo de jefes capaces de aglutinarlo o contener las fugas. El movimiento sindical está atravesado por la crisis. Entre otras cosas por el lento pero sistemático avance de agrupaciones de base y clasistas, que va limando la poderosa coraza burocrática. De todos modos, la mayoría de estas peleas son sobre el pasado o sobre intereses muy mezquinos, que difícilmente alumbren acontecimientos novedosos.

En este contexto lo verdaderamente nuevo fue la notable marcha de las mujeres, una adhesión extraordinaria a la histórica convocatoria internacional del 8 de marzo.

 

 

 

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