Vergüenza silenciosa: La salud bucal en Chile

Por Carlos Schneider Yañez, Odontólogo y Magíster en Gestión en Salud.

María no pudo sonreír en público durante muchos años, cuando fue a la graduación de su hijo, se puso unas prótesis artesanales hechas con cera de vela. Cuando iban sus nietos los evitaba si se acercaban y en la intimidad los besos eran furtivos. Uno de sus hijos recibió el 10% de su AFP y le pagó un tratamiento dental lo que dio un vuelco a la vida de María; su cara era otra y no podía creer que la vida le diera una segunda oportunidad.

El relato anterior parece sacado de un cuento de Manuel Rojas o de un país muy pobre, pero es el Chile de hoy, donde muchas personas sacaron su 10%, para solventar gastos odontológicos, porque es algo prioritario para quienes desean vivir con calidad de vida. No hay una encuesta concreta, pero la gente de a pie ha manifestado que la salud bucal es importante para ellos. No tener una buena dentadura, va desde no poder encontrar trabajo, hasta suprimir la vida afectiva y sexual, adicionalmente afecta la salud general; la aumentada presencia de bacterias de la boca, puede infectar los pulmones y la faringe. Así como empeorar la condición de los diabéticos, a modo de ejemplo.

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Es muy difícil de entender que, para la salud pública, los tratamientos odontológicos no estén en el mismo nivel de importancia que las demás enfermedades. Da la sensación que fuera un área de lujo dentro de la medicina, inalcanzable y un bien suntuoso, que sólo algunos privilegiados pueden tener. Como si tener buena dentadura fuese secundario dentro del funcionamiento del organismo.

En una reciente investigación de radio Biobío Chile, se señala que de los 28.335 dentistas inscritos hasta la fecha, 144 prestan servicios mediante bonos Fonasa, es decir menos del 1% de los profesionales del país. Esto se vuelve más dramático, al constatar que el 25% de la espera hospitalaria en Chile corresponde sólo a consultas odontológicas, que pueden tardar meses y años.

Todo ello lleva a la triste realidad de que la gente acude al profesional, cuando ha perdido muchas piezas dentarias. La solución debe ir de la mano de un cambio de paradigma en la forma de abordar el tema de la salud dental y que el sistema de Fonasa facilite las consultas de libre elección.

Como sea, la solución no pasa solamente por la responsabilidad de los odontólogos ni de los hijos para que María sonría. Es el Estado y la sociedad quienes deben encarar el problema de fondo.

 

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